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Documento de Historia Nº 054. 07 de septiembre de 2003El motín de la Carne (1905)(Periódico "Punto Final" Nº 563, Año XXXVIII, del 19 de marzo al 1 de abril de 2004, pág. 15)
Corría octubre de 1905. Gobernaba Germán Riesco, tercer presidente de la llamada República Parlamentaria, nacida con la sangrienta contrarrevolución de 1891 que derrocó a José Manuel Balmaceda. El gobierno, presionado por los latitundistas, había decretado un antipopular impuesto gravando la importación de ganado argentino, lo que llevó al incremento del precio de la carne. Contra esta medida se unieron más de cuarenta organizaciones obreras. que constituyeron el Comité Central del Impuesto al Ganado, cuyo objetivo era lograr la derogación de ese gravamen. El Comité Central convocó a un desfile de protesta para el domingo 22 de octubre. Lo planificó de manera de asegurar una masiva participación, ordenada y tranquila. Dividió a los manifestantes en dos sectores: los gremios, que marcharían con sus respectivos estandartes, y los pobladores de diez barrios, a los cuales señaló los lugares previos de reunión. Todos debían concentrarse en torno al monumento a Bernardo O'Higgins, en la Alameda. De ahí, se marcharía hacia La Moneda. Después, recorrerían las calles céntricas, para retornar a la Alameda. Concurrieron unas 50 mil personas. Abundaban las sociedades mutualistas, gremios, miembros del Partido Demócrata y anarquistas. Partió el desfile desde el monumento a O'Higgins. Los trabajadores de la tracción eléctrica llevaban tres pancartas. En una habían pintado un buey, aprisionado por los ganaderos y al pueblo tratando de liberarlo. En otra, el pueblo era un esqueleto y un hacendado fumaba un puro. La tercera mostraba a un buey gordo con la lectura: "carne para los ricos" y a su lado, un caballo flaco, carne para los pobres". Los pobladores de la Primera Comuna llevaban un letrero que decía "Cuidado señores estadistas con el despertar del pueblo. El pueblo pide la llapa". LA PROTESTA SE HACE VIOLENTAEl desfile se había iniciado a las 14:30. Llegó a La Moneda después de las 15 horas. Los dirigentes solicitaron ser recibidos por el presidente Riesco, pero este no se encontraba en el palacio. Marcharon entonces hasta su domicilio, en Huérfanos con Amunátegui. No los recibió. Entonces, las consignas subieron de tono: "Abajo el ladrón del hermano de Riesco", "Abajo los bribones del Congreso", "Mueran los contrabandistas de ganado". Volvieron a La Moneda e intentaron ingresar. Les impidieron el paso. Entonces lanzaron piedras, quebrando vidrios. Divididos en grupos, los manifestantes se lanzaron a recorrer las calles céntricas. A su paso destrozaban faroles. Apedrearon varios edificios, como el del estado mayor del ejército, la Tesorería, el Instituto Nacional, los bancos Español-Italiano e Industrial, El Mercurio, Club de La Unión, la comisaría Yungay, etc. La violencia popular se orientó a las residencias de la oligarquía y autoridades públicas. Fueron apedreadas, entre otras, las casas de Cornelio Saavedra, Rafael Errázuriz y Carlos Concha Toro, la del juez del crimen Alberto Arteaga, del prefecto de policía Joaquín Pinto, etc. Los trabajadores de la maestranza de Ferrocarriles y de otras de sus dependencias atacaron las instalaciones del telégrafo y destruyeron parte de la línea férrea al sur, con un objetivo preciso: impedir el regreso del ejército que se encontraba realizando maniobras fuera de Santiago. Estas acciones tuvieron lugar en la tarde y noche del domingo 22 de octubre. Continuaron el lunes, declinaron parcialmente el martes, cuando ya había retornado a la capital el ejército, y sólo finalizaron el viernes 27 de octubre. VIOLENCIA REACCIONARIAMil 800 efectivos de la policía fueron incapaces de contener a los trabajadores y pobladores el 22 de octubre. Sin embargo, en el campo de batalla en que se convirtió la Alameda, cayeron las primeras victimas de la caballería que, lanza en ristre, embestía a la multitud. También actuaron elementos de la Sección de Seguridad -los "secretos" como se les llamaba- que, de civil, se confundían con los manifestantes y disparaban fríamente contra ellos. El gobierno de Germán Riesco autorizó la formación de "guardias blancas". En la noche del domingo 22 se repartieron mil fusiles entre jóvenes de la oligarquía. Uno de los organizadores más activos de las "guardias blancas" fue el presidente del Club de la Unión, que constituyó brigadas de 50 jóvenes cada una. Estos elementos reaccionarios disparaban contra todo transeúnte que "tuviera aspecto de trabajador". Con razón la prensa obrera los calificó de "viles asesinos del pueblo". Al finalizar el movimiento de protesta, se contabilizaron unos 500 heridos, entre ellos 65 policías. El número de muertos alcanzó a 250. Exceptuando el caso de un funcionario de Ferrocarriles, Bautista Seigler, prácticamente todas las víctimas fatales fueron manifestantes. El total de detenidos llegó a 800. La llamada "huelga de la carne", que se inició como una tranquila protesta, se convirtió en un poderoso estallido popular que fue respondido con la violencia característica del gobierno de Riesco. Con la de octubre de 1905, esta administración perpetró cinco masacres:
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