El 7 de septiembre de 1986 un puñado de combatientes rodriguistas desafió al destino. Ese grupo de hombres y mujeres decididos, Intentó una gesta que terminó por comprobar que la dictadura podía ser vencida utilizando diferentes formas de lucha. Un obispo los calificó de héroes, la mayoría de los opositores de la época asintieron en privado. Ese domingo 7, por primera vez en una acción de guerra frontal, los soldados del "ejército invencible" sucumbieron al miedo y, a pesar de que salvó con vida, Pinochet, como confidenciaron sus más cercanos, jamás volvió a ser el mismo.
Las carreras aceleradas y los gritos nerviosos eran el telón de fondo en el palacio de La Moneda aquel 7 de septiembre. "Tienen que verlo vivo", exigía uno de los asesores directos. Según ellos, ésa era la única forma de mantener la calma y no permitir el paso a la ofensiva de un movimiento popular que, ayudado por acciones de fuerza, se venía instalando con perspectivas ciertas de cambiar profundamente la situación política nacional.
La Operación Siglo XX fue parte de un camino mayor que el pueblo venía recorriendo desde los primeros días de la dictadura. Los principios de recomposición partidaria de la izquierda, de resistencia y llamado a la unidad antifascista, fueron poco a poco dando paso a iniciativas más audaces, las paredes gritaron nuevamente por Salvador Allende, contra la represión y el hambre. Miles de mujeres iban de local en local de detención para encontrar a los suyos, se tomaban catedrales e iniciaban huelgas de hambre. De la represión brutal de los años 73, 74, 75 y 76, los movimientos y partidos políticos aprendieron a vivir la clandestinidad, y surgen las acciones de ofensiva: chanchos se escurren de las manos policiales en el Paseo Ahumada, marchas contra el hambre copan el centro, los estudiantes universitarios y de enseñanza media luchan por democratizar las organizaciones cooptadas por la intervención militar en los establecimientos. Se abre paso la multifacética movilización: algunos llaman a la insurrección, la sublevación, la rebelión popular o la desobediencia civil, todos se encuentran en la misma trinchera contra la Junta Militar.
Los años '80 abren paso a la posibilidad dc acompañar otras formas de lucha a la acción callejera. Diversos sectores planifican el enfrentamiento armado. La oposición crea dos referentes: la Alianza Democrática, donde se instalan la DC y sus más cercanos; y el Movimiento Democrático Popular, en el que se unen el MIR, el PS Almeyda y el Partido Comunista, junto a sectores del Mapu y otras instancias de izquierda. El 14 de noviembre de 1983 nace el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, que se define como "brazo armado del pueblo". Su actividad, centrada en acompañar la movilización con certeros golpes a la dictadura, apagones nacionales y secuestros de figuras connotadas del régimen, daban aliento a las luchas populares, mientras bajaban la guardia de los efectivos uniformados. Cientos de jóvenes comienzan su preparación en las barricadas para integrarse a las Milicias Rodriguistas; el paso siguiente era el Frente, con la disposición de dar la vida si fuese necesario por la libertad de la patria prisionera.
El año 1986 fue definido como el decisivo por las fuerzas progresistas, los paros nacionales y las mesas amplias de unidad abrían esperanzas ciertas del fin de la dictadura. La internación de armas por Carrizal Bajo era uno de los vértices de la lucha, el tiranicidio el otro. Tras la detención de los rodriguistas de Carrizal la Operación Siglo XX se veía complicada, pero continuó su planificación.
El 7 de septiembre estaba todo preparado, los combatientes en sus diferentes puestos esperaban la señal del paso de la caravana proveniente de El Melocotón, donde disfrutaba sus fines de semana el dictador. A las 18:30 horas se encontraba en el punto previsto, la cuesta Las Achupallas, dándose inicio a la acción con el cruce de un vehículo con casa rodante en el frente de la comitiva. Atrás, otro móvil cortaba el paso, los fusiles percutaron sus tiros y los lanzacohetes apuntaron a los Mercedes Benz blindados: en uno de ellos venía Pinochet. La resistencia no fue la esperada por los rodriguistas, los guardaespaldas corrían aterrorizados o se escondían bajo los automóviles para salvar la vida, sólo el chofer del general atinó a maniobrar en marcha atrás para volver a El Melocotón. Las llamas de los vehículos oficiales coronaban el fin de la operación, luego vino la salida con balizas y camuflaje que las fuerzas represivas confundieron con los suyos. La acción se cumplía sin bajas, salvo dos heridos leves, pero el objetivo central no se había logrado: Pinochet continuaba con vida.
La represión posterior también fue parte de las medidas para "mantener la calma y el orden". En horas de la noche fueron secuestrados y asesinados el periodista del MIR José Carrasco, su compañero Gastón Vidaurrázaga y los militantes comunistas Abraham Muskablit y Felipe Rivera. Se produjeron cientos de allanamientos y detenciones, el Estado de Sitio era permanente y los sectores centristas, a pesar de su asentimiento privado, comenzaron a temer una salida más avanzada que la que deseaban, iniciando sus negociaciones con los uniformados y "los agentes externos" que permitirían la realización del plebiscito, las elecciones y el surgimiento de la "Democracia Protegida" que hasta hoy nos rige.
Varios de aquellos combatientes fueron asesinados en posteriores operativos de las fuerzas represivas, algunos están en el exilio y otros, los menos, continúan en semiclandestinidad al interior del país. Sin embargo, la acción emprendida por ellos, junto a la de miles de chilenos, fue sin duda un quiebre a la historia: se acabaron los "ejércitos invencibles", Pinochet vio de cerca a la muerte y el pueblo comprendió que todo era posible.