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Documento de Historia Nº 091. 20 de mayo de 2008


Por Rolando Álvarez (1)

Consideraciones a 100 años
de la Matanza de Santa María de Iquique

(Periódico EL SIGLO 02 de enero de 2008)

 


El movimiento obrero en la pampa salitrera (1890-1920)


Con ocasión de recordarse los 100 años de la masacre de trabajadores pampinos ocurrida en la ciudad de Iquique, las reflexiones sobre “la cuestión social” de ayer y hoy han cobrado nuevos bríos. Los paralelos entre el Chile actual con el de hace 100 años atrás, cobra notable vigencia. En medio del exitismo del equipo económico del gobierno y de sectores empresariales, los nubarrones dejaron de estar en latencia y se convirtieron en malos tiempos para ellos gracias al protagonismo del movimiento sindical. Sectores que son productos de la modernidad neoliberal que campea en Chile, lograron organizar una potente respuesta contra los abusos patronales.


Los subcontratistas del cobre y los trabajadores forestales han marcado un hito en la historia reciente del movimiento popular chileno, no solo por el hecho de haber superado la barrera del “Plan Laboral” de la dictadura, sino por instalar en el centro del debate nacional una pregunta de fondo: el actual modelo dominante en Chile, ¿es capaz de resolver los problemas de las condiciones de vida para la mayoría de chilenos y chilenas?


La intervención de la Iglesia católica y su exigencia de un sueldo ético, junto con dar señales sobre esta pregunta, nos retrotrae a la más sentida de las demandas de los pampinos chilenos, peruanos y bolivianos masacrados al interior de la Escuela “Santa María” en aquel diciembre de 1907: la injusticia social, característica tanto del capitalismo oligárquico de principios del siglo XX como del llamado capitalismo neoliberal de principios del XXI.


Con todo, es necesario precisar que estos 100 años no han pasado en vano. Las mejoras sustanciales de las condiciones de vida de los trabajadores se lograron en base a la sistemática lucha y organización obrera, mejor manera posible de homenajear a los compañeros caídos en 1907 en Iquique. Nada fue regalado a los trabajadores, quienes arrancaron al modelo de dominación significativos beneficios: alzas salariales, seguridad social, derechos sindicales, protagonismo social y político, aspectos que caracterizaron la historia del sindicalismo hasta 1973. Con la dictadura militar y el despliegue el proyecto de refundación capitalista –el “neoliberalismo”-, apenas reformado con el retorno a la democracia en 1990, la clase trabajadora perdió gran parte de lo obtenido durante una generación de luchas sociales.


Declarado un resabio del pasado, el movimiento sindical vuelve a reaparecer como protagonista de la realidad político-social chilena. A diferencia de hace 100 años, el actual “Estado neoliberal” es una arquitectura dominante mucho más compleja que el antiguo “Estado oligárquico” de ese entonces. Excluyente en lo político, insensible en lo social, bajo el orden oligárquico la depauperización de los sectores populares era muy evidente. En cambio, la actual dominación, mediante la masificación de la sociedad de consumo, tiene una mayor capacidad hegemónica, generando respaldo y consenso entre los propios explotados. Sin embargo, hoy como ayer, desde la masacre de 1907 y de la derrota de 1973, los sectores subalternos han hecho camino para enfrentarse a las nuevas formas de normalización de la exclusión social y política.


La cuestión social y el movimiento obrero a principios de siglo XX


A fines del siglo XIX y principios del XX, sectores de la propia clase dominante chilena reconocían la existencia de la llamada “cuestión social” en Chile. El hacinamiento urbano generado por el incipiente desarrollo capitalista en el país, simbolizado en los conventillos y ranchos en donde habitaban los sectores populares recién emigrados del campo, era solo el símbolo de una situación más de fondo: el rápido proceso de acumulación capitalista, acelerado notablemente luego de la anexión de las regiones salitreras a Chile, si bien generaba enorme riqueza para la minoría oligárquica, destruía las tradicionales formas de vida de la mayoría de la población chilena.


En el Norte Grande los trabajadores de la pampa, si bien beneficiados por salarios más altos que los existentes en el Valle Central de Chile, se veían sometidos a arbitrariedades y abusos que incubaban el descontento. El salario no era cancelado con dinero sino fichas, que solo podían ser utilizadas en la oficina en donde trabajaban; los hirvientes “cachuchos”, en donde se refinaba el caliche para extraer el salitre, solían convertirse en lugares donde los pampinos encontraban horrible muerte; los estibadores del puerto eran forzados a cargar pesadas cargas de salitre, entre otras problemáticas.


En el marco de la indiferencia oligárquica, no debe extrañar la aparición de la protesta social representadas por excelencia por las huelgas. En 1890 estalló la considerada primera huelga general de la historia de Chile, iniciada por los trabajadores del puerto de Iquique y que escalonadamente se extendió al resto del país. En las décadas siguientes, numerosos movimientos de protesta sacudieron a todo Chile.


Dirigidos por anarquistas, socialistas y dirigentes sindicales proletarios, la época comprendida entre los últimos años del siglo XIX y la década de 1920, ha sido llamada “el período heroico” del movimiento popular chileno. En efecto, ante una clase dominante que mayoritariamente desconoció la existencia de la “cuestión social” y que utilizó básicamente la represión para detener el descontento social, miles de hombres, mujeres, niños y niñas, fueron asesinados por la metralla de los gobiernos oligárquicos. Famosa es la ya mencionada matanza de la Escuela “Santa María” en Iquique (1907), que se repitieron en el Norte Grande en “San Gregorio” (1921) y “La Coruña” (1925).


Pero otras movilizaciones populares fueron reprimidas de manera igualmente sanguinaria, como la de Valparaíso en 1903, la “huelga de la carne” en Santiago durante 1905, entre otras. Asimismo, masivas movilizaciones sacudieron Chile en aquellos años, como las protagonizadas en Santiago por la Asamblea Obrera de Alimentación Nacional (AOAN) entre 1918 y 1919. En ellas, miles de personas –entre 60 a 100 mil- se manifestaron contra las alzas de precios de productos básicos y el flagelo del hambre.


El anarquismo y el socialismo fueron las ideologías que animaron este período de luchas sociales. El anarquismo comenzó a desarrollarse especialmente durante la década del 1900 y se caracterizó por sus diversas corrientes, pero la que tuvo mayor influencia en Chile fue el llamado anarco-sindicalismo. Este repudiaba la intervención de las organizaciones populares en la política parlamentarista y oligárquica, por lo que nunca se presentaron a las elecciones a regidores o diputados. Consideraban que el arma fundamental de lucha de los trabajadores era la huelga, la cual promovían por medio de las Sociedades de Resistencia, las que agitaban los movimientos de paralización laboral mientras estos transcurrían.


Por otra parte, los anarquistas crearon los “Centros de Estudios Sociales”, en donde promovían la educación de los trabajadores, como forma de generar conciencia entre éstos. Hacia fines de la década de 1910, se conformó la “Internacional World Workers”, más conocida por su sigla IWW, que encabezó numerosas movilizaciones populares y representó un momento de desarrollo mayor del la “Idea” anarquista en Chile. Tuvieron influencia especialmente entre los trabajadores portuarios y las organizaciones de artesanos.


Por su parte el socialismo tuvo en Luis Emilio Recabarren a su principal dirigente. Tipógrafo de oficio y militante del Partido Demócrata desde la última década del siglo XIX, se le considera el fundador del movimiento obrero chileno. Decepcionado de la línea pro oligárquica que este partido siguió, junto a otros, fundó en junio de 1912 el Partido Obrero Socialista (POS), considerado el primer partido obrero de la historia de Chile. Años más tarde, en 1922, el POS cambió su nombre por Partido Comunista de Chile.


La labor de Recabarren fue multifacética. Entroncado con las tradiciones mutualistas del movimiento popular, fue un entusiasta promotor de la “regeneración del pueblo”. Promovió la educación popular, contribuyendo con ella a través de charlas que daba para las organizaciones sociales a lo largo del país. Asimismo, fue un difusor de la prensa obrera, fundando numerosos periódicos. El más conocido de todos fue El Despertar de los Trabajadores, creado en Iquique y que fue la voz oficial del POS y la FOCH durante casi quince años.


En sus numerosos escritos de prensa, junto con denunciar la explotación capitalista y las injusticias sociales en Chile, interpelaba al pueblo a autoeducarse y no dejarse arrastrar por los vicios sociales, especialmente el alcoholismo, los juegos de azar y la prostitución. Durante aquellos años se promocionó entre los integrantes de las organizaciones de trabajadores la creación de filarmónicas, bibliotecas y compañías de teatro.


Para “don Reca”, como le decían sus cercanos, la necesidad de dignificar a los trabajadores y trabajadoras, partía por la transformación individual. Por la dificultad que implicaba esta tarea, ganar conciencias no fue fácil, y muchas veces el líder obrero reclamó por la lentitud de los ritmos de la lucha contra las injusticias.


Otra tarea que impulsó Recabarren fue la lucha político-electoral. A diferencia de los anarquistas –con quienes tenía duras polémicas por este tema- era un convencido que la lucha electoral era un espacio que podía ser ocupado por los sectores populares para denunciar los abusos de los capitalistas. Electo diputado en 1906 por Antofagasta, cuando aun militaba en el Partido Demócrata, fue despojado de su cargo. Más tarde fue candidato presidencial en 1920, cuando el populista líder de los sectores dominantes Arturo Alessandri Palma logró concitar respaldo popular. Solo en 1921 logró ser electo por primera vez diputado, junto al dirigente del POS Luis Víctor Cruz.


La lucha sindical fue otro espacio fundamental en donde Recabarren y su generación desarrolló su quehacer político-social. En la década del 1900, la actividad de las mancomunales fue decisiva para la creación de conciencia de clase entre los trabajadores organizados. Junto con la creación y colaboración con cientos de sindicatos, un aporte decisivo fue la transformación de la Gran Federación de Obreros de Chile, de origen mutualista, en la Federación de Obreros de Chile, la FOCH, que en 1919 se declaró partidaria de sustituir el capitalismo por el socialismo. De esta manera, el movimiento sindical adquirió una connotación revolucionaria, que buscaba un sistema político alternativo al instaurado por las clases dominantes.


El conjunto de movilizaciones que agitaron la segunda década del siglo XX, unido a una crisis económica generada por los cambiantes precios del salitre, provocaron que alrededor de 1920 se creara un indesmentible clima de crisis nacional. Era la constatación que el régimen dominante en Chile vivía sus últimos días. Reforma o revolución serían las alternativas que coparon la agenda política chilena durante la década de los años veinte.


De los tiempos de Recabarren a las luchas del presente


Como decíamos al comienzo, la sociedad y el mundo han cambiado desde este período “heroico” del movimiento popular. Sin embargo, es posible extraer algunas conclusiones para el desarrollo del sindicalismo en el presente. En primer lugar, destacar el debate en torno a la pertinencia o no de la lucha dentro de la institucionalidad. Resistido por el anarquismo, la lucha desde dentro de la legalidad, por precaria o derechamente inexistente que ésta fuera, se terminó imponiendo como estrategia política del sindicalismo.


Es decir, las formas ilegales de lucha, como lo era en ese tiempo la huelga, finalmente rompió la legalidad vigente y marcó los surcos del movimiento sindical de esa época. Así, luego de décadas de exclusión social, el Estado capitalista se vio en la obligación de incorporar la demanda obrera. Por este motivo, tal como lo han señalado algunos historiadores, una de las principales enseñanzas de la matanza de Santa María fue la necesidad de convertir la demanda económica en una de orden político.


En efecto, la transformación de las condiciones de vida de los trabajadores, huelgas más, huelgas menos, se produciría en la medida que se copara el sistema político y desde allí se impulsaran los cambios revolucionarios. Esta tesis marcó la historia de los sectores populares durante el siglo XX.


Esto nos conduce a una segunda reflexión actual sobre los llamados “tiempos de Recabarren”. La fundación en 1912 de Partido Obrero Socialista debe ser entendida como producto del proceso de autocrítica luego de la dolorosa derrota acaecida en Iquique en 1907. La imposibilidad de incidir en la vida política nacional y la bancarrota del Partido Demócrata, absorbido por el régimen oligárquico, condujo al movimiento obrero a crear su propio órgano partidario.


Así, junto con la conclusión respecto a la necesidad de luchar “desde dentro” del sistema de dominación, el movimiento sindical chileno inauguró una fórmula que significó acompañar sus batallas junto a los partidos de izquierda. Con riesgos de instrumentalización y manipulación, los partidos de izquierda se convirtieron en los proveedores de la mayoría de los principales dirigentes sindicales chilenos.


La unión entre lo social y lo político estuvo asegurada a través de la estrecha relación entre los movimientos sociales y los partidos políticos. Lejos de idealizar esta situación y reconociendo las dificultades y errores que esta relación tuvo, nos parece importante destacar las fortalezas y éxitos que esta fórmula tuvo. Esto lo afirmamos cuando en Chile la moda “movimientista” o de “lo popular sin política incluida” se bate en retirada cuando los porfiados hechos (forestales, subcontratistas del cobre) han ratificado la importancia de la combinación de la lucha social con la lucha política.


El camino de reconstrucción del movimiento popular chileno nuevamente recorre la ruta de la combinación de métodos y formas de lucha. El legado que han dejado quienes bregaron a principios del siglo XX por condiciones de mayor justicia y dignidad social se vuelve cada vez más actual y constituye, sin lugar a dudas, una luz para pensar estrategias entrado ya el siglo XXI.



(1) : Historiador, investigador del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz



Historia del Movimiento Social chileno
- Biografía de Francisco Bilbao (1823-1865)

- El Retorno de Bilbao

- El motín de la Carne (1905)

- A 100 años de la Masacre de Santa María de Iquique (1907)

- Consideraciones a 100 años de la Matanza de Santa María (1907)

- Aniversario 96 del Partido Comunista de Chile (04-06-1912)

- Uno de los problemas de la cuestión social en Lota (1915)

- La Asamblea de Alimentación Nacional (1919)

- La Guerra de Don Ladislao y el Proceso a los Subversivos (1920)

- La Matanza de San Gregorio (1921)

- El oficio de mentir para reprimir. Inauguración de "El Soviet" (1921)

- El vuelo del Avión Rojo (1930)

- Manifiesto de los Revolucionarios (04-06-1932)

- La Junta de Gobierno al país (05-06-1932)

- El Plan Lagarrigue. Programa económico de la Rep.Socialista (1932)

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- 2 y 3 de abril de 1957. El pueblo, ese gigante dormido

- J. M. Varas: Recuerdos del 2 de abril del 57

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