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Documento de Historia Nº 138. 7 de noviembre de 2011por Ivan Ljubetic VargasEl vuelo del Avión RojoO cómo no conspirar
A comienzos de 1928 la dictadura del general Carlos Ibáñez del Campo reprimía a los chilenos. El descontento cundía y el ex presidente Arturo Alessandri Palma quiso aprovecharlo. El 23 de enero de ese año, se reunió en el puerto francés de Calais con Marmaduque Grove (entonces agregado militar en París), de ideas socialistas, el general (r) Enrique Bravo Ortiz, Agustín Edwards Mac-Clure y José Santos Salas. Era el comienzo de una conspiración para derrocar al “Paco” Ibáñez. En Buenos Aires, otros adeptos de Alessandri como Horacio Hevia, Pedro León Ugalde, Carlos Vicuña Fuentes, Galvarino Gallardo Nieto y Luis Salas Romo, constituyeron un comité revolucionario y en Chile se formó otro. El propio Alessandri organizó en París el “comité ejecutivo financiero” con Gustavo Ross Santa María, Agustín Edwards Mac-Clure, Cornelio Saavedra y otros potentados. Pero este comité jamás aportó un centavo para la “revolución”. La dictadura estaba muy bien informada: Ventura Maturana, jefe de la policía política, tenía una eficaz red de soplones y espías. Por ello, no fue difícil detener al mayor Carlos Millán Iriarte y al suboficial de sanidad Plinio Macaya, al desembarcar en Valparaíso el 7 de marzo de 1928, provenientes de Europa con mensajes de los conspiradores. La prensa anunció que se había descubierto “un complot comunista”. El 31 de julio, Grove recibió una comunicación que lo cesaba en sus funciones en París. Al día siguiente, lo dieron de baja del ejército. En mayo de 1929 llegó a Buenos Aires, incorporándose a las actividades conspirativas. En febrero de 1930, Guillermo García Burr y Aurelio Benavente -ambos del comité revolucionario de Santiago- viajaron a Concepción y se contactaron con oficiales de la guarnición. Alrededor de un centenar de ellos afirmó estar por derrocar la dictadura de Ibáñez. Concepción era, por tanto, el punto ideal para iniciar las acciones. García Burr se trasladó a Buenos Aires. Informó de la situación y entregó el plan elaborado por el comité revolucionario de Santiago: el general Enrique Bravo debía viajar por tierra a Concepción para llegar antes del 17 de septiembre de 1930 y ponerse a la cabeza de la insurrección. Bravo y Grove desecharon el plan e idearon otro: llegar en grupo y en avión a Concepción. Recursos no tenían. Entonces el general Bravo se entrevistó con el periodista argentino Natalio Botana, propietario del diario Crítica. Este contribuyó para arrendar un avión, conocido por su color como el Avión Rojo. Mientras tanto, en Concepción la guarnición de cinco mil hombres esperaba desde el 17 de septiembre al jefe de la insurrección. En la tarde del 20, al no tener noticias, los jefes del comité revolucionario de Concepción decidieron despachar a la tropa con vacaciones de Fiestas Patrias, hasta el 24 de septiembre. Sin embargo, ese mismo sábado 20 de septiembre emprendía vuelo el Avión Rojo desde el aeródromo de Morón, en Buenos Aires, llevando al general Bravo, Grove, Vicuña Fuentes, Luis Salas Romo, Pedro León Ugalde y José Luis Sánchez. A las 15.30 aterrizó en San Rafael, para reabastecerse de combustible. El comandante de la guarnición los retuvo hasta las 11 horas del domingo 21, para comprobar sus documentos. El Avión Rojo aterrizó en Concepción el 21 a las 16.30, cerca del hipódromo. No les esperaba nadie. Partieron a buscar a sus domicilios a los jefes comprometidos en la insurrección. No los encontraron. Uno de ellos, el mayor Alfredo Donoso junto al general José María Barceló Lira, comandante de la III División del ejército, presenciaban las carreras en el hipódromo y vieron aterrizar el Avión Rojo. El general Barceló le dijo a Donoso que él se iba a Santiago para no tener que ver con lo que sucedería en Concepción y que Donoso resolviera lo que estimara conveniente. Los viajeros del Avión Rojo, desesperados, se dirigieron al Regimiento Chacabuco. Allí se entrevistaron con el teniente Carlos Charlín. Uno de ellos se presentó como “Enrique Morales”, pero Charlín exclamó: “¡Pero si usted es don Carlos Vicuña Fuentes. Yo fui su alumno en Santiago...” Se reunieron los cuatro (los otros dos eran Bravo y Grove). El teniente Charlín propuso convocar a los militares que pudieran al Regimiento Chacabuco. A las 19 horas estaban allí 150 oficiales de la guarnición penquista y unos 300 suboficiales y conscriptos. Por entonces ya había comenzado la traición de los comprometidos en la conspiración. El primero fue el coronel Gonzalo Gómez que denunció en la Intendencia lo que ocurría. El general Barceló interrumpió en San Rosendo su viaje a Santiago para regresar a Concepción. A las 0.15 de la madrugada del 22 de septiembre se presentó en el Chacabuco. Tuvo un fuerte altercado con Grove en que incluso intercambiaron disparos, sin herirse. Los soldados presentes apoyaban a Grove. Barceló agotó las balas y el general Bravo le gritó a Grove: “¡Mátalo!, ¡mátalo! Así aseguramos el triunfo de nuestra causa”, pero Grove no disparó. Barceló se retiró derrotado. Pero comenzó a llamar de a uno por uno a los jefes y oficiales de la Guarnición, casi todos comprometidos en la conspiración. A la pregunta: “¿Con quién está usted?”. Todos respondieron: “¡Con usted, mi general!” Sólo Charlín no compareció y se mantuvo leal a los tripulantes del Avión Rojo. Más de un centenar de oficiales los traicionaron. Llegaba a su fin la aventura. Después de meses de conspiración y arduos esfuerzos para conseguir los medios para llegar a Concepción, tuvieron que aceptar los llamados a rendirse del general Barceló transmitidos por los mismos oficiales que habían participado en el complot. La Corte Marcial que los juzgó llevó a cabo un proceso lleno de irregularidades. Condenó al general Bravo, a Grove, Salas Romo, Pedro León Ugalde, Vicuña Fuentes y José Luis Sánchez a 10 años y un día (antes de conocerse el fallo, Bravo y Grove fueron enviados a Isla de Pascua); a cinco oficiales (incluido Charlín) los condenó a 15 años de extrañamiento; a otros tres a 3 años. El coronel Gonzalo Gómez y el mayor Alfredo Donoso fueron absueltos. Finalizado el proceso, Vicuña Fuentes fue secuestrado y enviado también a Isla de Pascua. El 10 de febrero de 1931 la goleta tahitiana Valencia rescató a los tres relegados. Con ellos se embarcó Alberto Cumplido, designado gobernador de la isla por Ibáñez. Después de más de dos meses de navegación llegaron a Europa. Grove y Cumplido pisaron tierra francesa el mismo día que en Chile era derrocado Ibáñez: el 26 de julio de 1931. |
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