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Documento de Historia Nº 120. 21 de diciembre de 2010por Felipe Castro y Fabiola MeloVoz de sobrevivientes rescata
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Más de 120 testimonios ayudan a mantener viva la memoria del centro de torturas que funcionó durante la dictadura. Estará disponible para el público desde el 13 de enero.
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Villa Grimaldi alguna vez fue escenario del goce en familia, de copas llenas y de descanso. De fiestas, alegría y todo lo bueno que tiene la vida. Hacia el verano de 1975 y en manos de la DINA, de un minuto a otro la casona ubicada a los pies de la cordillera se transformó en un oasis del horror. Centro de detención, tortura y, para algunas de las 4.500 personas que pasaron por ahí, lugar de encuentro con la muerte.
Hoy es escenario de la memoria. Antes de que en 1995 el régimen democrático la destinara a ser el “Parque por la Paz Villa Grimaldi”, sus antiguos ocupantes se retiraron echando abajo los muros con el afán de eliminar todo oscuro vestigio que pudiera delatar lo que adentro sucedía. Sobre esos escombros se levantó la actual Corporación. Lo único que queda en pie de la vieja construcción es el portón y un imponente y hermoso ombú, árbol gigantesco que es testigo silencioso de lo bueno y lo malo que puede hacer el hombre.
Pero hay algo que no se llevaron los bulldozers. Se trata de los testimonios de alrededor de 120 personas cuyas vidas fueron afectadas por este lugar y que conforman el “Archivo Oral de Villa Grimaldi”. Se trata de relatos en formato audiovisual tanto de sobrevivientes a las vejaciones del régimen, familiares de víctimas y otros actores relevantes.
"Villa Grimaldi es el primer Centro de Tortura recuperado en el Conosur”, cuenta Loreto López, coordinadora de proyectos de la Corporación sobre la cual se han levantado memoriales y homenajes escultóricos, lo que en cierto grado va en contra de la tendencia contemporánea en conservación que, tal como el nombre lo indica, tiende a dejar las cosas intactas para, sobre ellas, indagar en el pasado.
“Puede ser que en los años 94 ó 97, en que comenzó a funcionar el Parque por la Paz, no existiera la experticia frente al manejo de estos lugares”, cuenta la antropóloga, comparando aquellos días con los actuales. Hay que considerar que hoy, el corpus de cientistas sociales, historiadores, intelectuales e incluso arquitectos y artistas especializados en el uso y la relevancia de los archivos y documentación es abundante.
Es ante la ausencia de testimonios físicos, entonces, cuando las historias personales y la biografía cobran relevancia. “El archivo tiene testimonios de personas que pasaron por Villa Grimaldi, pero no sólo hablan de su paso por este lugar o de su calidad de víctimas. La idea es que al archivo les devuelve su identidad como actores políticos, y como personas con una vida que va mucho más allá del centro de detención”, reflexiona López.
“Es un proceso difícil, en el sentido de poder ordenar pensamiento e ideas que están basados en un sufrimiento enorme”, revela Nubia Becker, quien presenta uno de los 120 testimonios cuyo proceso ha sido financiado por la Coalición Internacional de Sitios de Conciencia, la Fundación Ford, la ONG alemana KOLAT y la Unión Europea.
En términos metodológicos, la iniciativa que Villa Grimaldi pondrá a disposición del público que visite el Parque por la Paz desde el 13 de diciembre, se basa en la experiencia de la corporación argentina Memoria Abierta, que llevó a cabo un importante trabajo con víctimas de las dictaduras de ese país.
Desde ese punto, el desarrollo del archivo se inició el año 2006. Desde esa fecha se han ido registrando testimonios que, después de la edición, tienen una duración de tres horas. Todo realizado por un equipo profesional integrado por antropólogos, historiadores, sociólogos y audiovisualistas, siguiendo los estándares internacionales puestos en práctica por otros casos que registran episodios de terrorismo de Estado en distintas partes del mundo.
Nubia dice que este esfuerzo cobra importancia “porque recupera desde la voz de los testigos, los que vivimos los hechos, una historia que de repente se cuenta desde la generalidad, desde los grandes acontecimientos y no desde la perspectiva humana”.
El historiado Gabriel Salazar es uno de los principales defensores de que, mientras los niños buscan material, datos duros y fechas en los textos escolares, también hurgueteen en la historia de las familias. Que pregunten a los padres, a los abuelos dónde estaban en las fechas que han marcado a fuego la historia de nuestro país. Sin embargo, esto no es bien visto por la gran Historia, aquella que toma distancia de los acontecimientos en el tiempo, como una manera “científica” de acercarse a la realidad.
“La historia oral es muy importante para la reconstrucción de los procesos históricos en el país en el período contemporáneo, a partir del año 73 hasta el día de hoy. En algunas universidades es normal que los alumnos aprendan a trabajar con la metodología del discurso oral. Esto es muy importante para que se relacionen con la historia de sus propias poblaciones, de sus familias”, dice Salazar, quien observa que la demanda por esta mirada hacia el relato histórico es creciente en universidades con estilos tan distintos como las universidades de Chile y Adolfo Ibáñez.
“Algunos dicen que no es historia científica porque el testimonio oral es subjetivo y otros porque es peligroso, ya que se construye en oposición al stablishment”, comenta el autor de Ser Niño Huacho en la Historia de Chile. “La historia social, la historia local, tienden a trabajar con actores vivos y la historia del presente, con sus metodologías respectivas. Por eso es un desafío para la vieja historia que es una ciencia del pasado que dice que mientras más pasado, mejor. De ahí que por varios lados estas visiones basadas en la historia social han tenido un gran desarrollo y aceptación por parte de los alumnos, pero hay gran resistencia a incorporarlos en las mallas”.
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