El próximo 26 de junio se cumplen cien años del nacimiento del presidente Salvador Allende. Un centenario trascendente por su importancia histórica y política. En este año se preparan homenajes y muchas actividades conmemorativas que expresarán la pluralidad de la Izquierda y la sociedad en Chile y en otros países de América Latina, en Estados Unidos y Canadá y en Europa y Asia.
La figura de Salvador Allende Gossens, integrada en pensamiento, sensibilidad, obra política, acción legislativa y gestión de gobierno, está unida indisolublemente a la lucha popular. Sobre todo al proyecto revolucionario que identificó socialismo con plena libertad, democracia y ejercicio de los derechos humanos que impulsó entre fines de 1970 y septiembre de 1973, en medio de enormes dificultades internas y enfrentando la presión desestabilizadora de Estados Unidos. Fue, como dijo en el mensaje al Congreso Nacional del 21 de mayo de 1971, el intento de hacer de Chile “la primera nación sobre la Tierra llamada a forjar un nuevo modelo de transición a una sociedad socialista construida de acuerdo a un proyecto democrático, pluralista y libertario”.
El centenario de Allende es, entonces, un asunto de futuro, de proyectos que renacen en el siglo XXI, de esperanzas y posibilidades que se abren, y es también cuestión de raíces y memoria, que sustentan toda construcción social: ambos aspectos no admiten separación. No cabe el inmovilismo ni la petrificación del pasado, ni tampoco la visión del futuro que olvida lo ocurrido y la experiencia acumulada.
Salvador Allende, como todo gran revolucionario, no fue un personaje neutro. Desde muy joven eligió la causa de los deposeídos, la lucha por la igualdad y la justicia, que siempre supo que sería larga y difícil porque chocaría con los intereses de la privilegiados y con las estructuras de dominación. Hizo de su vida política, a lo largo de cerca de medio siglo, una relación directa, de intercambio permanente con el pueblo. Como Luis Emilio Recabarren, fue un notable educador social. Contribuyó a la formación de la conciencia de clase de los trabajadores y al fortalecimiento de la dignidad y sentido combativo de los sectores populares. La búsqueda incansable de la unidad del pueblo y de sus partidos y organizaciones sociales, la defensa de la soberanía nacional y el consecuente antimperialismo, la lucha por mejores condiciones de vida y trabajo, la economía al servicio del hombre con predominio del sentido social en desmedro de la dictadura del mercado, fueron elementos sustantivos de su accionar, abierto siempre al entendimiento y solidaridad con otros pueblos, especialmente latinoamericanos. Su compromiso con la revolución cubana fue total, así como su apoyo al pueblo vietnamita. Estos elementos no deberían estar ausentes en este centenario. Tampoco podría faltar la reflexión crítica, que permitiría superar errores y actitudes que todavía se mantienen y que contribuyeron a la derrota del gobierno de la Unidad Popular y del presidente Allende, que eligió morir antes que rendirse para dejar una señal indeleble de dignidad y consecuencia. Las grandes realizaciones de su gobierno -que fueron, obviamente, obra colectiva- tendrán que estar presentes: la nacionalización del cobre, revertida hoy en gran parte por las transnacionales y la complicidad de la dictadura y los gobiernos de la Concertación, el fin del latifundio, la preocupación por los pueblos originarios, el desarrollo de la educación y la cultura, la participación de los trabajadores y la organización popular, el rol de los jóvenes y las mujeres, los avances en nutrición infantil, alimentación, vivienda y recreación.
La conmemoración del centenario de Allende será también ocasión de repasar una historia notable, una hazaña del pueblo chileno que representó la culminación de un proceso sociopolítico sin paralelo que duró decenios.
Junto con los homenajes y ceremonias, los cien años de Allende deben constituirse en una oportunidad de encuentro y vitalización de la Izquierda de cara al siglo XXI. Abierta a las preocupaciones e inquietudes de todos los que buscan salidas progresistas frente al neoliberalismo y a la hegemonía imperial, que permita en definitiva “al hombre libre construir una sociedad mejor”, retomando un camino que fue cortado por el golpe militar de 1973 y el terrorismo de Estado, manipulados por la burguesía y la intervención extranjera.