Cuando la patria nace antiguamente
como la preferida estrella que se mece
junto al misterio azul del grito primogénito,
cuando la patria permanece intacta
desde el raudal de sangre con que nos parieron,
cuando la patria inexpresable canta
desde el amurallado hueso que oponemos al aire,
cuando la patria de aurorales árboles,
de rojo barro partidario del hombre,
de volcanes bramando
como la universal unión de las reclamaciones,
alza su diccionario y su martirologio
desde nuestra garganta denunciada,
cuando la patria es ese prisma puro
que nos señala la única posibilidad de amar,
entonces
es que desde las geologías interiores
surge la clara voz de alba, la profética
traída a cuentas del futuro y su música.
Porque es la patria punto de partida,
básica piedra tumultuaria extendiéndose,
savia y semilla de la floresta cantadora del hombre,
misiva leal hacia aglomeraciones fraternas y ecuménicas.
Así nos surge el canto
y la patria renace junto a cada palabra...