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Revista Espartako.cl

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Documento de Historia Nº 016. 17 de marzo de 2002


Teorias y Leyendas sobre el Universo

por Ángel Castro en Revista "Hechos Mundiales" Nº 67. Emp. Edit. Nacional Quimantú. Julio de 1973

Indice


- Introducción
- Explicaciones Primitivas
- El Génesis
- Cosmogonías Griegas
- El Renacimiento
- El Siglo XVIII
- El Siglo XIX
- Nuestro Siglo
- El Gran Problema

Introducción

POCOS PUEBLOS RESISTIERON LA TENTACION DE CREAR SUS PROPIAS INTERPRETACIONES DE LO QUE OCURRIA “ARRIBA, EN EL CIELO" Y AHORA COMPONEN UNA INTERESANTE COLECCION DE NARRACIONES DE CIENCIA-FICCION O SIMPLE IMAGINACION.

Desde que la chispa de la inteligencia iluminó los ojos del hombre, otorgando un significado a las cosas que esos ojos veían, la naciente conciencia que se albergaba detrás de ellos comenzó a vislumbrar a su alrededor la existencia de un proceso que comprendía el nacimiento, el desarrollo, la plenitud, la declinación y la muerte. Prácticamente todo lo que podía apreciar estaba sujeto a ese proceso que en muchos casos era cíclico, ya que detrás de la muerte venía una resurrección. De la tierra salían minúsculos brotes verdes que se transformaban en plantas, en árboles, daban frutos, se agostaban y se secaban, Los seres que se movían por el suelo, el aire o las aguas también respondían al mismo destino. Sus semejantes nacían, crecían, envejecían y morían. El mismo sentía en su cuerpo las transformaciones que marcaban el paso del tiempo. Por otra parte, toda la naturaleza parecía morir con la llegada del invierno y renacer en la primavera. El sol, el bienhechor máximo, se alejaba, se escondía, se enfriaba y parecía morir, para renacer, volver a subir a lo más alto del cielo y entregar otra vez su calor.

Nada puede tener de extraño, entonces, que ese hombre primitivo llegara a suponer que todo lo que se presentaba ante su vista tenía que -haber nacido alguna vez, incluso esa vieja tierra que pisaba, esos mares que parecían inmutables o ese sol que todos los años ganaba una lucha a la muerte. Si se mira hacia atrás, hacia los albores de la humanidad, se puede encontrar que las más arcaicas leyendas mitológicas, las más antiguas tradiciones, los más viejos libros sagrados comienzan siempre con un relato de la creación del mundo. Desde esas relaciones pueriles e ingenuas hasta las complejas doctrinas de los científicos actuales, casi incomprensibles para el hombre común, se ha recorrido un largo camino. Incluso la palabra cosmogonía, que las engloba a todas, también ha sufrido cambios en su significado. En su origen quiso referirse al nacimiento del mundo, pero hoy engloba a la rama de las ciencias que estudia el origen, el fin y la eventual resurrección de los diferentes astros y de los diferentes mundos. En último término, las posibilidades de un origen o creación del Universo o de su existencia eterna.

EXPLICACIONES PRIMITIVAS

“Tiki bogaba en piragua y, para distraerse, pescaba con una línea. Un día lanzó más cuerda que de costumbre, y cuando sintió que su anzuelo se enganchaba tiró con fuerza hacia arriba y sacó una tierra a la superficie de las aguas. Satisfecho con su pesca, la repitió en diversas partes e hizo emerger las tierras conocidas".

Así explican los canacas, que son habitantes de islas, la creación del mundo.

Los primeros babilonios contaban que "en tiempos en que lo que está arriba no se llamaba aún cielo, en tiempos en que lo que está abajo no se llamaba aún Tierra, Apsú, el abismo sin límites, y Mummú Tiamat, el caos del mar, se unieron y procrearon a Lakhmú y Lakhamú", después a otros dioses que a su turno engendraron dioses menores hasta que Mummú Tiamat, viendo achicarse su poder ante la actividad de los dioses más jóvenes, envió contra ellos sus batallones monstruosos, formados por guerreros con cuerpo de ave del desierto, hombres con caras de cuervos toros con cabeza humana y perros con cuatro cuerpos y cola de pescado. Las divinidades jóvenes se vieron, al comienzo, afligidas, ya que dos de ellas -primero Anú y luego Ea- se asustaron ante la vista de los enemigos y no osaron atacarlos. Entonces Marduk, elegido como campeón, asaltó a Tiamat con el huracán y la tempestad, la envolvió en una red, luego la hirió con una lanza y la desmembró. La hendió en dos mitades "como un pescado puesto a secar", suspendió una de ellas en lo alto para crear el cielo y tendió la otra bajo sus pies para dar origen a la Tierra. Después asignó sus lugares definitivos a los astros, trazo las rutas del Sol. la Luna y los planetas e instituyó los meses y los días. Hecho todo esto, ordenó a su padre Ea que le cortase la cabeza para que el hombre naciera vivo de su sangre mezclada con jugo de limón.

Según los indios pawnees, el dios Tira creó primero el Universo de dioses. Cuando quiso crear la Tierra, mandó a "Estrella Brillante" (el planeta Venus) que fuera hacia el oeste, donde ella juntó a las nubes y las extendió en el espacio. El dios les lanzó un guijarro, cuyo choque las fundió y no hubo más que agua, Los dioses de los Vientos, de los Relámpagos, del Trueno y de la Tempestad, golpearon las aguas con sus mazas y las separaron. De ahí emergió la Tierra.

Curiosamente, el problema de los orígenes o de la creación se presenta como una inquietud de las culturas occidentales, pero no aparece con igual intensidad en las orientales, que están más bien influidas por la idea cíclica de un “eterno retorno". La primera de las ideas esenciales aceptadas por los hindúes es la existencia del "Brahma", una esencia inmutable, única y eterna que penetra en todo el Universo. La segundo es la existencia del "Atman", que es una parte de esa esencia universal, personificada en cada individuo, pero eterna, al igual que el *'Brahma". Como el "Atman' no ha sido creado, sino que es eterno, no puede morir. Entonces, al morir el individuo en el cual se ha radicado temporalmente, vuelve a reunirse con la esencia del Universo, de la cual se había desprendido.

El Génesis

Entre las antiguas cosmogonías que han ejercido influencia en el hombre occidental, el Génesis -primer libro de la Biblia es la más importante, no sólo por ser la principal y más acabada entre las monoteístas, sino por su incorporación en las diversas religiones que aceptan la Biblia como libro sagrado. Según el Génesis, que narra una creación efectuada en siete días, "en el principio creó Dios los cielos y la Tierra".

Enseguida, siempre dentro del primer día, hizo la luz, la separó de las tinieblas "y llamó Dios a la luz día y a las tinieblas las llamó noche". En el segundo, ordenó una expansión de las aguas “y apartó las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión... y llamó Dios a la expansión cielos". En el tercero, juntó en un lugar las aguas que estaban debajo de la expansión e hizo que se descubriera la parte seca y "llamó Dios a la seca Tierra, y a la reunión de las aguas llamó mares".

También en el mismo día creó la hierba verde, la simiente y el árbol que da fruto. Recién en el cuarto día dijo Dios: "sean lumbreras en la expansión de los cielos para apartar el día y la noche, y sean por señales, y para las estaciones, y para días y años... E hizo Dios las dos grandes lumbreras, lalumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la noche; hizo también las estrellas".

La cosmogonía del Génesis tiene, como puede verse, algunas características especiales:

a) La Tierra está en el centro del Universo y ha sido la primera en crearse;

b) la separación del día y de la noche se produce en la primera jornada de trabajo de Dios, pero el Sol y la Luna hacen su aparición recién en el cuarto día, de modo que el día resulta un fenómeno independiente del Sol;

c) la vegetación de la Tierra se produce antes del nacimiento del Sol.

COSMOGONIAS GRIEGAS

En los siglos V y IV antes de nuestra era se formulan en Grecia las primeras cosmogonías materialistas. Sus principales expositores son: Demócrito y Epicuro.

Para el primero, los átomos, partículas primarias e indivisibles de la materia (que supone como esferitas provistas de ganchos), caen sin fin y confundidos a través del espacio vacío. Al chocar entre ellos mientras caen, se enganchan unos con otros al azar, formando sin cesar innumerables torbellinos. Nuestro mundo proviene de un torbellino particular que ha llevado a los átomos más grandes a formar la Tierra y a los más pequeños a construir la bóveda celeste, donde el fuego se mezcla con el aire, dando lugar a las estrellas. El Sol y la Luna, a su vez, son los resultados de otros torbellinos. Epicuro de Samos, un siglo más tarde, retomó la idea de Demócrito, agregándole una variante. Para Demócrito, los átomos caían en todas direcciones, los grandes más rápidamente que los pequeños, a los que chocaban para iniciar la formación de torbellinos. Epicuro, en cambio, los hace caer a todos en un mismo sentido. Los torbellinos se producen por pequeñas variaciones en la dirección de la caída. Según se puede apreciar, en las cosmogonías de Demócrito y Epicuro, la creación es un proceso constante y eterno, en el cual no interviene ninguna voluntad divina.

El Renacimiento

La astronomía del Renacimiento echó por el suelo las nociones elaboradas en el medioevo. Copérnico combatió las doctrinas de Ptolomeo (que consideraba la Tierra como el centro del sistema), sosteniendo que ella, al igual que los demás planetas, gira en torno del Sol. Algunas decenas de años más tarde Galileo, aprovechando, entre otras cosas, perfeccionamientos en instrumentos de óptica, aportó verificaciones experimentales en apoyo de la tesis de Copérnico. Mostró que otros planetas tienen satélites que giran alrededor de ellos, igual que la Luna alrededor de la Tierra; descubrió las fases de Venus, absolutamente inexplicables en el sistema de Ptolomeo, y estableció, además, que el Sol no es incorruptible, puesto que tiene manchas que varían de forma y de tamaño.

La primera cosmogonía que aparece afirmada en estos nuevos conocimientos es la de Descartes (1596-1650), cosmogonía que resulta, en cierto modo, una especie de compromiso entre ideas espiritualistas y materialistas, ya que fórmula sólo una intervención inicial de Dios, quien habría creado, al comienzo, una cantidad determinada de materia y la habría dotado de una cantidad determinada de movimientos. Esta materia se mueve en el espacio por su impulso inicial, formando curvas cerradas. Así se forman torbellinos, en los que la materia se presenta en tres formas diversas. La forma más tosca da origen a los planetas y los cometas; otra más fina forma los fluidos y los cielos en rotación perpetua, y las partes más finas, resultantes de la sutura de las más gruesas, permanecen en el centro de los torbellinos, formando las estrellas y el Sol. Torbellinos más pequeños se habrían fijado en torno de uno más grande, dando origen a los planetas y otros, aún más pequeños, habrían formado los satélites de los planetas. Dios, por lo tanto, habría creado y echado a andar una maquinaria que ha seguido funcionando sola. No obstante, de acuerdo con la teoría cartesiana de la contingencia de las leyes de la naturaleza, Dios sería dueño de alterarlas cuando quisiera, lo que, hasta donde se sabe, aún no ha hecho.

El Siglo XVIII

El naturalista, Georges Louis Buffon, quien tradujo al francés la obra de Isaac Newton, propuso en 1749 no una explicación del origen del Universo, sino sólo de nuestro Sistema Solar, utilizando por primera vez las leyes de la gravitación formuladas por Newton. Suponía que alguna vez un cometa habría chocado con el Sol y de esta colisión se había desprendido un trozo de materia solar, que se había condensado y solidificado por partes, dando nacimiento a los planetas. Su teoría servía para explicar el hecho de que todos los planetas giran, más o menos, dentro de un mismo plano y en el mismo sentido. Se le han hecho, no obstante, varias objeciones. Se ha dicho, por ejemplo, que si se hubiera producido esa colisión, las órbitas de los planetas serían muy alargadas y no casi redondas, como son, en realidad. Y también se ha argumentado que la masa de los cometas es tan pequeña, en comparación con la del Sol, y, además, tan poco densa, que los tenues gases que forman un cometa, serían absorbidos por el Sol sin mayor dificultad y sin que éste emitiera ni una sola partícula de su propia materia.

En Alemania, en 1794, Emmanuel Kant publicó un pequeño libro llamado Historia Natural del Cielo, En él se lanza en contra de la tesis de Newton, según la cual el ordenamiento del mundo no podría comprenderse sin la intervención sobrenatural de la omnipotencia divina. Para Kant, las leyes de la gravitación universal no sólo permiten comprender el estado actual del Sistema Solar, sino también sus orígenes. Supone, como punto inicial, un caos casi estable e inmóvil de partículas elementales, ocupando todo el espacio, situación que describe como "el estado más simple que haya podido suceder a la nada". Con todo, el leve movimiento comenzó a producir irregularidades en la distribución de las partículas y, por efecto de la atracción, aparecieron jirones de materia que se fueron separando unos de otros.

El Sistema Solar es el resultado de uno de esos jirones que, al girar sobre sí mismo, comenzó a aplastarse y tomar la forma de una galleta, por un efecto combinado de la gravitación y la fuerza centrífuga. En el centro de la galleta, donde estaba la mayor cantidad de masa, el trabajo de las fuerzas aludidas produjo una condensación, de la cual resultó el Sol. En diversas zonas, desde el centro a la periferia, se produjeron otras condensaciones que dieron origen a los planetas y a sus satélites.

La teoría de Kant es muy ingeniosa, pero no sirve para explicar algunos hechos, Si el Sistema Solar se hubiera formado de esa manera, los planetas más cercanos al Sol habrían sido los de mayor masa y ésta habría decrecido a medida que se alejara del centro del sistema. Y sabemos que los más grandes no son los más cercanos, sino los que están a distancias medias (Júpiter y Saturno) y los más pequeños son el más cercano al Sol y el más lejano (Mercurio y Plutón, respectivamente).

En 1749, el mismo año en que Buffon publicó su traducción de la obra de Newton, nació en Francia Pedro Simón Laplace, quien, en los deslindes de los siglos XVIII y XIX, dio a conocer un libro, “Exposición del Sistema del Mundo”, en el cual puede leerse: "recorramos la historia de los progresos del espíritu humano y de sus errores, y veremos las causas finales alejadas constantemente de los límites de sus conocimientos. Estas causas, que Newton transporta a los límites del Sistema Solar, estaban otrora colocadas en la atmósfera para explicar los meteoros; no son, pues, a los ojos del filósofo, otra cosa que la expresión de nuestra ignorancia sobre las verdaderas causas".

Se cuenta que Laplace, de acuerdo con las costumbres de la época, presentó oficialmente su obra a Napoleón, que era entonces primer cónsul, Al recibirla, éste le dijo: "Newton ha hablado de Dios en su libroz. Yo he leído ya el vuestro y no he encontrado -esa palabra ni una sola vez". Laplace respondió: "Ciudadano primer cónsul, yo no he tenido la necesidad de esa hipótesis", En su obra, que es -una crítica a Newton y a Buffon, Laplace se limita voluntariamente, por esta misma causa, a una explicación de¡ nacimiento de¡ Sistema Solar. Supone que, primitivamente, en el lugar M Sistema Solar se encontraba una nebulosa de temperatura elevadísima, girando sobre sí misma en sentido directo (el sentido en el que giran los punteros del reloj), alrededor de un eje que pasaba por su centro. Al enfriarse, la nebulosa se contrajo; y al contraerse, de acuerdo con leyes mecánicas, debió girar más ligero. El aumento de la velocidad hizo crecer la fuerza centrífuga, en especial para las partículas más alejadas del centro. Los efectos opuestos de la gravitación y la fuerza centrífuga formaron una masa central --que fue el Sol- y varios anillos concéntricos de los -cuales nacieron los planetas. La teoría de Laplace fue muy combatida en el siglo XIX y después abandonada como explicación del nacimiento del Sistema Solar. Sin embargo, en nuestro siglo ha sido retomada como manera de explicar el nacimiento de esas gigantescas masas de estrellas que se llaman nebulosas espirales.

EL Siglo XIX

En este siglo se produjo un rápido desarrollo, tanto de las técnicas industriales, como de las ciencias aplicadas y de las ciencias llamadas "puras". Teorías físicas y matemáticas más profundas, por una parte, observaciones astronómicas más precisas, por otra, contribuyeron a que se formularan hipótesis nuevas y audaces sobre la historia de los mundos.

Pero, aunque todas esas hipótesis, debidas principalmente a Faye, Ligondés y Arrehenius, contribuyeron a esclarecer el pensamiento cosmogónico, poco queda hoy de ellas. Las bases científicas en que se apoyaban no eran aún muy sólidas y la penetración del hombre en el Universo se afirmaba en instrumentos demasiado precarios.

Una de las mayores contribuciones del siglo XIX a la cosmogonía estuvo formada por trabajos de James Maxwell, Roche y, principalmente, George Howard Darwin (hijo del famoso biólogo inglés que formuló la teoría de la evolución), quienes continuaron trabajando sobre las bases teóricas de Laplace, según las cuales el Sistema Solar tuvo origen en la condensación de una nebulosa. Darwin demostró que esa nebulosa no giraba en sus comienzos en sentido directo, como pretendía Laplace, sino en sentido retrógrado (el sentido contrario al de las manecillas del reloj) y que, al formarse los planetas, éstos giraban en ese sentido, el cual terminó por invertirse como consecuencia del efecto de las "mareas" que te producían en su masa aún viscosa y fluida.

Para comprender mejor esto del efecto frenador de las mareas, pensemos en lo que sucede en la Tierra. Nuestro planeta está cubierto por agua en sus cuatro quintas partes.

Esta masa al-ser fluida, cambia lentamente de forma por efecto de la atracción de la Luna, produciéndose una pequeña hinchazón en la parte de las aguas que, por estar frente a la Luna, es atraída con más intensidad y otra hinchazón similar en el lado opuesto. Las zonas que quedan a los costados, por su parte, se aplastan, de modo que la forma de los mares no es esférica, sino ligeramente oval. Ahora bien, si la atracción se ejerciese siempre sobre el mismo lugar, esas deformidades serían inmóviles, pero, al girar la Tierra, ellas se van desplazando y así dan origen a las mareas altas y bajas. Como las hinchazones quedan siempre un poco atrás respecto del punto en que la Luna ejerce su máxima atracción, producen un efecto frenador en la rotación de la Tierra.

Se ha calculado que por efecto del freno de las mareas el día terrestre aumenta en un segundo de duración cada cien mil años. No es un efecto muy rápido, si se le considera en términos de nuestra vida, pero en tiempos de miles de millones de años, que son los requeridos en la formación de sistemas solares, adquiere significado e importancia.

En los planetas en formación, entonces, este efecto frenador de las mareas terminó por hacerles invertir el sentido de su rotación. Esto no ha ocurrido en los planetas más alejados (Saturno, Urano y Plutón), los cuales aún giran en sentido retrógrado.

Nuestro Siglo

En 1916, el astrónomo inglés James Jeans publicó un trabajo que trata de explicar la formación y el desarrollo de las nebulosas espirales y que tiene mucho de ampliación de las teorías de Laplace sobre la formación del Sistema Solar, completado con los trabajos de Darwin sobre el efecto de las mareas. Jeans critica la teoría de Laplace sobre la formación del Sistema Solar, diciendo que si el Sol primitivo hubiera alcanzado la gran velocidad de rotación sobre sí mismo que le supone Laplace no habría abandonado anillos de materia, sino que habría estallado, sin dar origen, por cierto, al Sistema Solar. Pero estima que los fenómenos supuestos por Laplace han ocurrido y ocurren en el Universo, en escala mucho mayor, en la formación de las nebulosas espirales.

Para, entender la magnitud de lo que es una nebulosa espiral, basta señalar que su masa es de muchos millones de veces, más bien miles de millones de veces la masa del Sol. Todas las estrellas que vemos en el cielo, más una enorme cantidad que no alcanzamos a ver pertenecen a la nebulosa espiral dentro de la cual vivimos: la Vía Láctea. Los grandes telescopios han permitido observar una gran cantidad de nebulosas de diversos tipos, que van desde las más o menos esféricas hasta las espirales, es decir, aquellas que tienen brazos o aspas curvados en el sentido de la rotación y unidos a un centro.

La nebulosa se origina en una condensación de materia, más o menos esférica en la que cualquier irregularidad en la distribución de la masa -irregularidad que es altamente probable- provoca un movimiento de rotación que, a su vez, produce un progresivo achatamiento de la nebulosa, que adopta la forma de una lenteja. El aumento de la velocidad de rotación hace que la fuerza centrífuga termine por vencer a la gravitación, de modo que las partes alejadas del centro -que son las que giran a mayor velocidad- terminan por proyectarse hacia afuera formando brazos o aspas. Las condensaciones que se producen en dichos brazos terminan por dar origen a las estrellas. Ahora bien, ¿cómo nace un sistema planetario? Para Jeans es un fenómeno de escasa ocurrencia. Supone que el Sol fue una estrella que recorrió normalmente las primeras etapas de su evolución, hasta que otra estrella, probablemente más grande que él, se le acercó demasiado en su curso. La atracción provocada por este acercamiento trajo consigo en ambos astros mareas gigantescas y terminó por arrancar del Sol un filamento de materia en forma de cigarro (la parte más gruesa del cigarro correspondería al momento en que la atracción era mayor), que continuó girando alrededor del Sol y se separó en diversas condensaciones, que dieron nacimiento a los planetas y otras más pequeñas a sus satélites. Como se puede apreciar, esta teoría explica de manera satisfactoria el hecho de que los planetas mayores se encuentren en una posición intermedia -ni muy cerca ni muy lejos del Sol- y que el tamaño decrezca en los que están más cercanos o más lejanos. Se puede suponer asimismo que la otra estrella, que no es posible identificar hoy, haya salido del acercamiento también con su corte de planetas.

El Gran Problema

Hasta aquí hemos visto teorías que explican el origen de nuestra Tierra, del Sistema Solar y, por último, de la Vía Láctea, a la cual pertenecemos. Queda, sin embargo, en pie el problema capital: ¿cuál es el origen del Universo, es decir, el origen del todo y no el de algunas de sus partes? Aquí las opiniones de los diversos especialistas se encuentran divididas entre los creacionistas y los que formulan la eternidad del Universo. Jeans, que es creacionista, concluye que las diversas nebulosas, aunque se encuentren en diferentes estados de evolución, tienen la misma antigüedad. Un descubrimiento posterior, el de la expansión del Universo, ha servido, paradojalmente, para sustentar ambas posiciones. Se ha comprobado que la luz que llega a nuestros instrumentos, proveniente de las diversas nebulosas, muestra un desplazamiento hacía el rojo de sus espectros. Este corrimiento, que recibe el nombre de "efecto Doppler" indicaría que las fuentes de las cuales proviene la luz se estarían alejando de nosotros y también se estarían alejando entre sí, lo que indicaría que el Universo está en un proceso de expansión. De ello los creacionistas infieren que hubo una explosión inicial, desde un estado primario en que toda la materia del Universo estaba concentrada en un solo todo. Es la versión moderna del caos primitivo y de la intervención divina para ordenarlo.

La teoría de la Relatividad de Albert Einstein no considera al Universo como infinito, es decir, sin fin, sino que, por el contrario, estima que la cantidad de partículas que existen en el Universo es finita y determinada. En cuanto a la pregunta acerca de ¿qué hay más allá del Universo?, para Einstein carece de sentido, ya que el tiempo y el, espacio no existen por sí mismos, separados de la materia, sino que son propiedades métricas de ésta. Vale decir, donde no hay masa, no hay tiempo ni espacio. Por otra parte, siempre dentro de la misma teoría, la masa y la energía no son, sino dos aspectos de una misma realidad. (Recordemos que esta teoría ha sido comprobada experimentalmente, entre otras formas, por medio de la fabricación de la bomba atómica.)

De este modo, así como el Sol y las estrellas transforman en cada instante millones de toneladas de sus propias masas en energía, es lógico suponer que en otras partes del Universo, posiblemente en el polvo intragaláctico o en las zonas obscuras -que recientes descubrimientos señalan como más abundantes que las luminosas-, se puede producir el proceso inverso: la transformación de la energía en masa.

Habría, así, una creación permanente que no requeriría de intervención sobrenatural.

Sobre estos antecedentes, el astrónomo Willem de Sitter ha formulado una hipótesis según la cual el Universo es pulsátil y late, como un gran corazón, con diástole y sístole, que serían los períodos de expansión y de contracción. Según él, la gravitación actúa como un freno a la expansión, hasta que la detiene y obliga a la masa a iniciar el recorrido inverso, contrayéndose. A medida que el Universo se contrae, las presiones aumentan hasta vencer la fuerza de la gravitación y el Universo comienza nuevamente a expandirse. De acuerdo a esta teoría, así como el espacio es curvo y cerrado sobre sí mismo, el tiempo también lo es, de modo que puede hablarse de un tiempo cíclico, repetido infinitamente, por toda la eternidad. Siendo el tiempo curvo y cerrado sobre sí mismo, no tiene sentido hablar de un momento inicial, ya que cualquier punto de una circunferencia puede ser considerado, arbitrariamente, como punto inicial.

Se dice que la intuición del artista a menudo se adelanta a la rigurosa y comprobada teoría del científico. Es posible que así sea y que, en ciertos casos, exista algo más que una simple coincidencia. El poeta argentino José Hernández, en el siglo pasado, puso en boca de Martín Fierro una afirmación que perfectamente podría haber sido hecha por De Sitter. En su paya con El Moreno, éste le pregunta a Martín Fierro «cuándo formó Dios el tiempo y por qué lo dividió». Y el célebre gaucho le responde:

“MORENO, voy a decir, según mi saber alcanza: el tiempo sólo es tardanza de lo que está por venir; no tuvo nunca principio, ni jamás acabará, porque el tiempo es una rueda. y rueda es eternidá; y si el hombre lo divide sólo lo hace, en mi sentir, por saber lo que ha vivido o le resta por vivir."


Historia Universal


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