Elegías por mi madre
" -Decidme: Quién creeis
vosotros que sea el alma
más santa que tenga Dios
ahora en el mundo."
(Florecillas, Cap. XXX).
I
Has terminado en mí como en la fuente
que desgrana su chopo y que se agota
Madre: soy tu canción, divinamente
presiento mi final, tu vida rota.
Porque yo he de morir con mi futuro:
nadie prolongará la canción buena!
y roto el chopo, sobre el lino obscuro
el agua mansa tendrá paz serena.
En mi tú morirás... En mi tristeza
morirá tu tristeza... Madre, has sido
un perenne milagro de belleza!...
Pero tu niño amado se ha dormido.
II
Madre: mi hermano duerme, duerme el frío
de las eternidades... y te espera
con la inmóvil sonrisa...
Hermano mío:
yo plantaré un rosal de primavera!
Yo ofreceré mis rosas al Dios bueno
para que así después, lejanamente
nos dé una vida, y un amor sereno,
y un jardín floreciendo y una fuente.
III
Amo las fuentes, madre; yo las amo
porque soy como un chopo de emoción
y porque como fuente me derramo
sobre el jardín florido de ilusión.
La música del mundo está en mi fuente,
toda fuente es un símbolo profundo
que milagrosa y armoniosamente
derrama la belleza sobre el mundo...
Yo me perdí a mí mismo por las fuentes.
En una fuente mi alma está encantada...
Por eso soy extraño entre las gentes:
solo en la soledad más desolada!
IV
En una fuente mi alma está encantada....
La fuente de un jardín lleno de rosas!
Fuente que se desgrana, perfumada,
en divinas canciones milagrosas.
Mas la Muerte vendrá, vendrá! No hay duda!
vendrá a la fuente y la hallará desnuda,
y cuando con su mano la sacuda
la canción quedará por siempre muda.
Rota y muda la fuente de mi vida,
muda y rota la vida de mi fuente;
imperceptiblemente por la herida
sentiré que me muero lentamente.
V
He de morir... Sobre la tierra fría
yaceré largamente, largamente...
En el mundo la luz será elegía
y roto ya el cristal de la armonía
se hará eterno el silencio de la fuente.
Con mi canción, mi propia muerte empieza.
Muda la fuente finará mi vida...
y en la tierra, hecha tierra mi tristeza
será lejanamente una belleza
que con la eternidad yace dormida.
VI
Madre: cuando hayan muerto nuestra carne y el mundo;
cuando ausentes del cuerpo las almas tengan alas;
cuando armoniosamente lo invisible y profundo
nos lleva por divinas ascenciones de escalas;
supervive la esencia de mi triste palabra,
supervive tu amor, pues en él me consagro
para la vida eterna y espero que Dios abra
para tus santidades las manos del milagro;
y cuando nos gocemos de la vida futura
supervive el pasado de este valle desierto
para que entonces, juntos, lloremos con dulzura
por esta tierra de hoy que será un astro muerto.
(Elegías)
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