Súplica
Dejame, madre, solo frente al cielo dormido
no digas mal del cierzo ni pretextes querellas;
no importa que la noche me dé besos de olvido:
quiero sentir los ojos florecidos de estrellas!
¿Qué me hará mal? -No importa, sólo así, madre mía,
tendré resignación de morir cuando muera
y podrá sonreirse de la melancolía
con su sonrisa inmóvil, mi propia calavera.
(Elegías)
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