Hambre
Sin huella, sin olfato, sin arrimo.
Como perro sin huella que en la puerta
del mundo araña, muerde, se despierta
con un frío de pan y de limo
me arrojas a la calle y al racimo
negro del hambre con el hambre abierta,
y aúllo porque el hambre está desierta
de ti y de mí, mi Dios, cuando te gimo.
Mi corazón es uña si te llamo
rastreando a ciegas el olor del amo,
sin saber si a tu casa me aproximo
un poco más, un poco menos: perro
definitivamente en el destierro,
sin huella, sin olfato, sin arrimo.
(Del libro "Destierros y Tinieblas", 1964)
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