A Gioconda
Viento y sol de mediodía
en mi viaje puerto
y en un recodo de mi corazón.
Tú corres entre la multitud del andén
-única y sola-
hacia mis brazos,
hacia mi vida...
hacia este poema.
Desde entonces
tú eres,
secreta y diáfana,
el sí y el no,
viento y sol,
sueño y vuelo,
-¿cómo atar tus alas, Gioconda?-
oleaje y surco,
sur y libertad
pidiendo lo imposible,
el tú y el yo y el nosotros
enlazados...
Cómo no amarte
si yo te presentía
desde antes,
desde antes del sol y el andén,
desde siempre...
Cómo no amarte
con dolor y esperanza,
con intensidad y desgarro,
con el sol, el mar y el
viento de Valparaíso.
|