Contra el olvido
Para que el inmanente amor, mirada tuya,
junto a mi noche se detenga,
para que nunca olvides que la madre lluvia
regresa siempre al corazón en vela;
para que el propio afán no muera en silencio
si no logra otra cosa que tristeza;
para que el propio afán de merecer consuelo
sea capaz de amar su propia pena;
para que nunca ya se empañe el frescor vivo
de la hiedra de luz que nos alberga;
para que en el denuedo de tus altos pinos
encuentren savia útil mis abejas;
para que aprenda a ver y sepa, llano, amarle
al siglo hasta el dolor que nos ofrezca;
para que acepte humilde cuanto quiera darme
y no persiga sólo primaveras;
para que la ilusión de derrotar al tiempo
capacite su fe de ser eterna;
para que cada día del futuro esfuerzo
tenga una flor y una constancia frescas;
pon en mi ardiente sino tu mejor divisa,
llénalo de tu sueño y tu grandeza;
ama mi soledad, amor, desguarnecida;
cólmala de tu don, pero respétala.
(De "Contra Olvido", 1951)
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