Segundo silencio
Junto a tu amor la luna estaba apenas
enloquecida de amorosas aguas.
Sobre la noche sin clamor las rosas
bajo tu corazón se desvelaban.
Dueño de tu silencio un eco puro
encima de tus labios despertaba.
Y una amapola ardiendo te ceñía
los muslos de palomas espantadas.
Largos espacios musicales eran
tus bellos dedos amorosos. Blancas
soledades de nieve consumían
el herido silencio de las sábanas.
Todo en ti comenzaba preguntándose,
dónde el amor comienza y dónde acaba.
Dónde el lirio crepita, dónde el beso,
dónde la voz llorosa de las arpas.
Tenías el glorioso mirto blanco,
el fiel caballo de la espuma. Estaba
en tus cabellos toda la ternura
de un sol de otoño que no galopaba.
Y había más ternura cuando un soplo
de soledad huida te quemaba.
Más silencio de sombras y heliotropos.
Más ilusión perdida y encontrada.
Sobre la noche todo era un tesoro
de doliente zampoñas y guitarras.
Y era tu corazón como una ola
que sin morir moría esperanzada.
(De "Fábula de Prometeo")
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