Égloga
Amo lo que me asombra y no me asombra
la luz preclara, la nocturna sombra;
El cantar de una boca
cuando la frente de la amada toca,
y el rumoreo de hojas y de seda
que en pos del paso de una jóven queda.
Amo el golpe del hacha en la montaña
y el canto de la esposa en la cabaña;
amo el chisporroteo de la leña
en el hogar donde el labriego sueña
con ver una explosión de espigas rubias
en pos de las tristezas y las lluvias;
Las tardas oraciones
que elevan los lejanos escalones
desde el alero
en que piensa el sombrío campanero.
Amo la melancólica elegía
de la hojarasca en la alameda umbría.
Amo la tarde,
la mustia estrella,
la rima que arde
y la plácida luz que cae de ella.
Amo lo que florece, lo que anida
en el inmenso campo de la vida;
amo lo que Dios pone en un murmullo:
yo lo amo porque es bello, porque es suyo.
(De "Alma Chilena, 1912)
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